sábado, 22 de marzo de 2008

18 y 19 de Enero, Hornopirén- Parque Pumalín







15:00 (18 de Enero)
Luego de llegar a Hornopirén en un viaje bastante ameno encontramos la oficina de Naviera Austral y nos encontramos con la desagradable sorpresa que no habían cupos para el trasbordador de ese día hacia Caleta Gonzalo, pero luego de conversar de manera agradable y gracias a nuestra simpatía y poder de negociación, digno de estudiantes de ingeniería comercial, pudimos acceder al Mailén, trasbordador que nos llevaría a Caleta Gonzalo. Entusiasmadas y agradecidas entramos raudas a sentarnos al interior y conocimos un guapo alemán de 30 años llamado Klaas que nos contó de sus antiguas experiencias en el sur de Chile y nos dio la esperanza que nos encontráramos más de algún hombre con quien alimentar la pupila a falta de comida de calidad.







Recién podemos sentarnos a relatar nuestra hazaña. Ayer luego de haber conocido a Klaas, conocimos a dos jóvenes universitarios: Manuel y Benjamín, ellos iban a hacer un recorrido parecido al nuestro. Venían de Hornopirén de una expedición un poco más extensa que la nuestra, tomando en cuenta que lo único que conocimos de ahí fue un supermercado bastante precario, un baño público en el patio de una casa de lujo, en comparación al baño de turbus, el puesto de empanadas “3 por luca” y nuestros amigos de Naviera Austral.
También conocimos a seis “lolos” que eran de los colegios de Rancagua y Tabancura que representaban menos edad de la que decían tener (17 y 18 años) que venían a recorrer la carretera Austral en bicicleta, parecía ser una mejor opción que la nuestra

En fin, luego de 5 horas en el trasbordador, donde con lo único que soñábamos era con una comida caliente y nuestros sacos, vimos desde lejos Caleta Gonzalo, sin duda uno de los paisajes más bellos que nos ha tocado ver: aguas hermosas, una pequeña playa y cerros con árboles milenarios. Según Alita el paisaje era parecido a la película “La Playa”, me pregunto: ¿en dónde estará mi Leonardo Di Caprio? Tras ponernos las mochilas caminamos hacia el camping Caleta Gonzalo, cruzamos un lindo puente colgante luego de pagar unos módicos $1500. Era todo verde y habían mil carpas, nos instalamos y comimos unos tallarines sin gracia pero a esta altura parecían ser sacados desde la mismísima Italia. La envidia se apoderó de nosotras al ver que las personas que estaban al lado, cocinaban carne y que de su sartén salía un olor de esos que se hace agua la boca. Al terminar nuestra gran comida nos tiramos un piquero a nuestro saco de dormir.

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