sábado, 22 de marzo de 2008

20 de Enero, Parque Pumalín- Chaitén- Río Yelcho

Hoy desayunamos pan con mermelada y leche con milo, bastante rico. Nos bañamos en aguas polares, desarmamos las carpas y partimos rumbo al camping “Lago Negro”, pero tras un par de minutos a pleno sol, tomando en cuenta que salimos del camping
a las dos de la tarde, comenzaron a aparecer, lamentablemente, nuestra infaltable compañía de siempre, nuestros amigos TABANOS y COLIGUACHOS por lo que nuestro viaje se nos hizo aún más desagradable. Seguimos caminando, almorzamos galletas con atún y cuando creímos que todo estaba perdido pasó una camioneta salvadora. En su interior estaban Karina y Pablo, eran de Valparaíso pero vivían en Santiago, él constructor civil y ella fonoaudiologa. Desafortunadamente dijeron que podían llevar solo a una y no lo pensamos dos veces lanzamos a Paloma con todas las mochilas y prometimos encontrarnos en el camping C12 “El Tronador”. Cata, Alita y quien les habla seguimos a pie con nuestras mochilas de mano. Un minuto después llegó una camioneta totalmente vacía. Nos llevó a las tres y nos dejó en el camping C12, ahí no había lugar donde acampar así que Karina y Pablo llevaron a Paloma a otro camping que desafortunadamente también estaba lleno y finalmente nos llevaron a todas apretadas arriba de las mochilas hasta el camping Lago Negro. Seguimos un cartel que decía que había un camping a 800mts.

Con carpa, mochilas y todo, seguimos el camino tras cruzar un bosque frondoso llegamos a un pseudo camping donde había una pérgola bastante pequeña y nada más. La furia se podría haber apoderado de nosotras pero vimos el lago, no nos podíamos enojar con esa vista, nos sacamos un par de fotos y subimos a la entrada. Había baños y una pérgola, armamos carpa. Comimos con nuestros salvadores Karina y Pablo.
Al rato después llego un camión, traía a Manuel y Benjamín, nuestros amigos pescadores, pusieron su carpa cerca de la nuestra y les ofrecimos vino (regalado por la pareja) y nos prometieron hacernos un pescado que no olvidaríamos. Ojala nos volvamos a encontrar y cumplan su promesa. Mañana aún no sabemos que hacer, quizás partir a Chaiten.










La gente es demasiado amable por aquí. Hoy nos despertamos temprano. A las 8 AM ya estábamos desarmando la carpa y preparando el desayuno. Cuando estábamos terminando de tomar leche con Manuel, el pescador, llegaron los guarda-parques en su camión a limpiar los baños y accedieron a llevarnos atrás del mismo hacia Chaiten. Nos despedimos de Manuel, Benjamín seguía durmiendo, y luego de la pareja regalándoles de paso un gas por su amabilidad y de este modo también alivianar de paso un poco las mochilas. La travesía en el camión fue bastante entretenida, además pudimos ver unos paisajes increíbles, al mismo tiempo íbamos recorriendo los otros campings que los guarda-parques iban limpiando. El camping Lago Blanco nos dejó asombradas, las carpas estaban a la orilla del lago, realmente hermoso.

Nos fuimos de ahí con ganas de volver. Después llegamos al camping el Volcán también muy lindo, mucho verde y se podían ver montañas nevadas. Ahí tuvimos que esperar un rato, el guarda-parques tenía que almorzar; pero muy amablemente nos invitaron a pasar a su casa y no solo eso sino que también nos dieron una siempre bienvenida taza de café y pan con mantequilla. Todo esto mientras afuera llovía, al no poder salir nos pusimos a conversar con Cristian, Eladio, Marcelo y Andrés. Al rato después partimos de nuevo con lluvia, siempre prometiendo volver. Llovía copiosamente, las mochilas se mojaron un poco pero sin el plástico que trajimos de Santiago para casos de emergencias la cosa podría haber sido mucho peor, en el trayecto recogimos a cuatro pasajeros mojados que caminaban o pedaleaban por la ruta.





Finalmente llegamos a Chaiten, nos dejaron justo al lado del centro de informaciones… pero antes de todo, lo tan esperado ¡PRENDER EL CELULAR! Acá si teníamos señal y podríamos decirles a nuestras ya preocupadas familias que estábamos vivas. Después de las llamadas respectivas partíamos rumbo al camping “Anita”. Fue un poco complicado llegar a destino, ya que buscábamos una calle que en el mapa salía, pero que en la realidad no aparecía, el nombre de la calle era Pedro de Valdivia y estaba a dos cuadras más arriba de lo que estábamos buscando. Quizás nuestro cansancio y ganas de llegar nos causaron una mala jugada. Llegamos y poner la carpa solo costaba $3000. No lo pensamos dos veces y la armamos mientras llovía de una manera que sólo llueve por estos extremos del mundo. Al terminar, la lluvia y nosotras éramos una sola, totalmente mojadas.

En ese mismo momento se nos acercó una niñita de cómo doce años a ofrecernos una taza de café. Resultó ser que eran nuestros vecinos de camping, la familia Pérez Jiménez, nos invitaron un café y un exquisito pan con mantequilla y mermelada. Ellos venían desde Puerto Cisne recorriendo y habían llegado a Chaiten a tomar el trasbordador. Vivían en Santiago y la familia consistía en cinco integrantes, los padres, dos niñitas y un niñito como de cuatro años. Cuando despejó un poco nos fuimos a almorzar y a matar las ansias. Mientras nos dirigíamos a comer nos dimos cuenta que el mercado estaba abierto, por lo que pudimos saciar nuestras ganas de comer pescado con ensaladas, sobretodo un tomate. Después de esta agradable comida nos fuimos de vuelta al camping a organizarnos, al anochecer las hijas de la familia nos invitaron a jugar cartas y así transcurrio la noche.


Nos despertamos temprano y fuimos a comprar el pasaje en bus que nos llevaria a las termas el Amarillo, pero al llegar conocimos unos jóvenes del colegio Lo Castillo y Padre Hurtado, que nos dijieron que era muy complicado llegar, que no era algo que nos fueramos a asombrar tanto ya que era muy chiquitito. Es por esto que decidimos seguir su decisión e irnos al lago Yelcho. Al llegar comenzamos a caminar y al ver el puente muy cercano preferimos acampar todos bajo el puente, a parte del hermoso paisaje lo que más nos llamaba la atención era que todo esto era gratis. Bajamos y exploramos, vimos el terreno. De repente Alita observa que al cruzar el lago había una carpa muy familiar, grité: ¡Benjamín, Manuel!...y sí, eran ellos, por lo que todos cruzamos y acampamos junto a ellos. Salieron a pescar y nuestros amigos cumplieron con su promesa trajeron dos pescados recién sacados por ellos mismos, por lo que lo comimos acompañado con un exquisito arroz hecho por nosotras.








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