sábado, 22 de marzo de 2008

29 de Enero, Paso a Argentina (Esquel, El Bolsón)

Este día nos despertamos muy temprano, a las 5:30 a.m. para poder tomar el mini bus que nos llevaría a la frontera de Futaleufú con Argentina. No alcanzamos ni a ducharnos ya que le bus partía a las 7:00 a.m. y teníamos que desarmar las carpas y ordenar todo el sector del camping "Puerto Espolón". Nos subimos al bus, y ahí conocimos a un israelita que estaba haciendo el mismo viaje que nosotras, fue muy agradable conversar con él. Luego llegamos a la frontera y nos dio mucha frustración haber tenido que pagar $1700 para llegar solamente a un o dos kilómetros de distancia de donde nos encontrábamos. Nos sentíamos estafadas, pero ya había pasado y decidimos no molestarnos por esto. Pasamos por la aduana chilena y luego por la aduana Argentina, donde tuvimos que tomar otro bus que nos salió aún más caro, ya que duraba 3 horas aproximadamente hasta llegar a Esquel, que sería donde tomaríamos el bus a nuestro otro rumbo: El Bolsón. Llegamos a Esquel, y nuestra primera parada fue el banco, donde cambiaríamos pesos chilenos por pesos argentinos, donde nos sentíamos millonarias al ver la cantidad de billetes que nos habían pasado. Luego de hacer todos los trámites, decidimos irnos por la segura y fuimos al terminal de buses para comprar inmediatamente los pasajes que nos llevarían a la "última comunidad hippie argentina", lo único que queríamos era llegar y partir en seguida para allá, pero como el bus partía dentro de 4 horas más, pasamos a comer algo por ahí. Los lugareños nos recomendaron La Barra, un restaurante no tan caro y donde servían comida exquisita: pan con una salsa que tenía ajo y pepinillos, milanesa, papas fritas, ensaladas, etc. Todo estupendo. Después de haber comido tanto, fuimos de vuelta al terminal donde retomamos nuestro rumbo y donde definitivamente descansamos mucho, ya que los buses argentino son mucho mejores que los chilenos. Al menos eso pensábamos antes de volver en "Línea Azul".

Llegamos a El Bolsón y nos dirigimos a la plaza que estaba a un par de cuadras de el terminal, todo esto con mochilas en nuestras espaldas, ahí vimos el verdadero Bolsón, una plaza llena de vida, decenas de jóvenes en el pasto conversando así que decidimos unirnos ya que el viaje nos cansó bastante. Luego de que algunas, luego de perder un justo cachipún, fueran a averiguar cuanto costaba un camping que nos habían recomendado, se nos acercó un joven en bicicleta y al ver nuestra pinta de mochileros nos ofreció un camping, éste se encontraba en el patio de la casa de su hermana, quien ofrecía este servicio para poder costear la ampliación de su casa, estábamos dudando si ir a ver el lugar hasta que nos dijo que costaba $800 pesos chilenos por persona, no lo dudamos más y aceptamos de inmediato, creyendo que nos encontraríamos con lo peor. Llegamos al camping y era un patio de tierra colorido por las tantas carpas que habían, ahí se acercó amablemente la dueña de la casa, en sus manos una botella de agua recién sacada del refrigerador para recibirnos, la cual desapareció de inmediato en manos de 6 chilenos sedientos. Armamos carpas pegados LITERALMENTE a otras carpas y decidimos partir de nuevo a la tan festiva plaza. Ahí se nos hizo la noche y vimos un show de fuego bastante divertido y luego nos acercamos a un grupo de personas a conversar con ellos, así se fue agregando el grupo, siguió llegando gente y con ellos la siempre bienvenida música en manos de un rasta israelí que tocaba la guitarra y un senegalés que tocaba los tambores, después llego un chileno erradicado en Argentina que tocaba la mandolina, luego un peruano con un charango, es decir éramos un grupo totalmente heterogéneo unido por la música y por las ganas de pasarla bien. Nos quedamos cantando largo rato, hasta que el sueño se apoderó de nosotras y partimos de nuevo al camping.

El otro día fue más o menos parecido, salvo que nos bañamos en un río cercano al camping, el agua era bastante agradable. Esa tarde en la plaza había tocata, asi que partimos a escuchar más buena música junto a una también buena compañía. En la noche la plaza también se vistió de fogata e incluso bailamos al ritmo de los tambores, sin duda El Bolsón es un lugar inolvidable, al cual hay que volver algún día. Esa noche volvimos antes a dormir, nos esperaba un largo viaje al dia siguiente.

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